sábado, 21 de julio de 2012

El arte de contar mentiras

Ya lo dijo Jean Luc Godard: “la fotografía es verdad, pero el cine es verdad 24 veces por segundo”. 

Y es que para quien no se haya parado nunca a preguntarse de dónde viene esa maldita palabra que muchos repetimos unas 200 veces al mes y que nos trae de cabeza, la palabra cine viene del griego “kiné”, que significa movimiento y de “grafós”, que significa imagen. Imagen en movimiento, un conjunto de fotos que pasadas a la velocidad adecuada (24 por segundo) engañan a nuestros ojos y hacen creer a nuestro cerebro que lo que vemos se mueve. Eso es el cine, no es más que eso, un maldito y brillante truco de magia, un engaño a nuestros sentidos, una tomadura de pelo a nuestro intelecto.

Cuando vamos al cine, vamos con esa extraña predisposición a ser engañados, a que nos cuenten una mentira. Nada de lo que vemos en pantalla está pasando realmente, todos es producto de la idea de un guionista, la maestría para materializarla de un director y la interpretación de unos actores. Lo que yo diga, una burda mentira.

Pero sabéis que os digo, ¡bendita mentira! Y es que la verdad, la realidad, es demasiado aburrida como para conformarnos con ella, y los que hemos aprendido a amar esto del cine, hemos aprendido a amar la mentira y a vivir en ese mundo ficticio donde absolutamente todo puede pasar. Vamos, ¿no me digan que no es más divertido?
Ustedes eligen, yo simplemente les invito a pasar y darse un paseo por el arte, por el séptimo concretamente…

De modo, que repitan conmigo: directores, ¡váyanse a su casa! ¡No me engañen más! ¡No me tomen por tonto! ¡No me provoquen una risa con alguien que no existe, ni hagan derramar mis lágrimas por gente que no es real! Directores, ¡pudríos! ¡Arded en el infierno! O mejor aún… por nuestro bien, seguid haciendo cine…